Se sabe hoy que la base
principal de su sustentación económica fue la agricultura del maíz, del maní, del chontaduro y de la yuca, sumada a
actividades complementarias de pesca y caza. Evidencias de tales labores han
sido comprobadas en estratos que datan del siglo VII a. C. y que
explican los rasgos fundamentales de su arte escultórico, íntimamente
relacionado con las concepciones cosmogónicas y religiosas. Esto contrasta
notablemente con la estructura simple de sus viviendas, que eran de planta
circular y de cubierta pajiza, hecho que explica plenamente Cieza
de León (1518-1560), un cronista de la Conquista.
Las casas
estaban construidas con materiales perecederos, por lo cual no han quedado de
ellas más señales que los orificios donde se hincaron los maderos redondos que
formaban sus muros y que sostenían los techos, formando recintos de tres, cinco
y hasta nueve metros de diámetro, estos últimos destinados al parecer, a la
morada de los jefes de la tribu o de los mohánes o chamanes. Una
vivienda la formaban generalmente varios bohíos, situados a gran proximidad
unos de otros. Allí tenían sus dormitorios, sus fogones, que eran tres o cuatro
piedras semi-redondeadas, sobre las que colocaban las vasijas destinadas a la
cocción de alimentos, cuando no empleaban las ollas trípodes, de soportes altos
y macizos. También aparecen dentro del perímetro de las casas, o muy próximas a
ellas, huellas de sus pequeños talleres y los lugares señalados para arrojar
los desperdicios.
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